
Fig. a: Personas con disfraces visible-invisibles realizando actividades dogmáticas
En nuestras conciencias tenemos la configuración de los que los otros son para nosotros y con sólo escuchar un nombre creemos saber quien se esconde detrás de éste todos los días.
A lo largo de nuestra vida, inevitablemente, en nuestra relación diaria con el prójimo vamos cosiendo lentamente nuestro disfraz, hasta que un día no podemos salir de éste.
El medio nos moldea para bien o mal, para adaptarse o aislarse pero nos transforma en fin. Nos vuelve juiciosos en base a cimientos que obviamente no son enteramente propios.
Por supuesto, para ese entonces nos damos cuenta que la mayoría ya tiene el propio y nos es imposible ver el interior.
En algún punto de nuestra vida nos preguntamos, hacemos o haremos preguntas como: ¿verdaderamente quiero a mis hijos?, ¿odio las películas de terror?, ¿disfruto de cierto tipo música? O ¿mi color favorito es el azul? ¿me gusta el color azul? En ese momento reaccionamos y nos damos cuenta de que estoy pensamientos o convicciones son totalmente dogmáticos y por consiguiente pierden completamente el sentido de pureza y no somos nada, somos lo que nos hicieron ser, y más allá de la genética sentimos (y aunque nada puede asegurarnos que no sea también una parte del disfraz la causante de ello) que debe existir alguna parte individual, única, indivisible que nos separe de las nimiedades habituales y perceptivas. La fe en ello es totalmente ciega, y el que dice no creer es porque o bien, el ambiente le hizo no creer que no existía es la realidad, pero, terroríficamente no hay diferencia en ello. Más allá de estas ropas que vestimos, de estas extremidades que no son esenciales, del lenguaje, ¿queda algo?
Para los demás sólo existe lo que mostramos consciente o inconscientemente, y además la percepción de nosotros mismos su parte se ve adulterada por su propia parcialidad e “incompletitud”, sumándole además las desviaciones que provoca su propio disfraz en el paso de información sensitiva al interior. En este caso nadie sabe quien somos, ni siquiera nosotros mismos pero algo es seguro para cada uno de nosotros, de una u otra forma sí existimos, pero la soledad es infinita. La soledad de tener un universo incompartible, ya sea porque es imposible hacerlo o porque es el único. Los sentimientos inducen completamente a la razón, y estos al estar sucios, al crecer pudriéndose desde el nacimiento no son confiables, pero nos controlan y nos llevan hasta escribir cosas sin sentido ni objetivo como éstas.

Fig. b: Torre gaseosa, 9,5 años luz de largo.
Somos consecuencias de nuestras propias acciones. ¿Somos consecuencias de nuestras propias acciones?
Sólo queda esperar EL DÍA, en que se nos revelan totalmente o parcialmente nuestras incógnitas o no, o saber o mejor dicho no saber lo que es no depender de nada, lo que está connotativamente incorrecto porque eso, claro, es imposible volcarlo a restrictivas palabras. Ese día cuya llegada alargamos al infinito, en vano, porque allí está.
Perdonen los errores de conexión, de gramática o lógicos, ya saben porqué ocurren, pero no hay otra forma.
1 comentario:
guau...
de acuerdo con el disfraz, me gustó esa manera de verlo ^^
Y cuando lo leo lo q se me viene a la cabeza es que no somos una cosa por si solos, necesitamos lo de alrededor. Estoy educado así jeje
Otra cosa... el tema del disfraz tiene funciones, por ejemplo si te lo sacas vas a ser incompatible, nadie te va a entender bien. Y así con todos. Al disfraz lo veo como un puerto; como aduana y tambien embajadas. Es represivo, si, pero no se que harias sin el. Recordá que la comida y la educación necesarias para llegar a percibir el disfraz fueron dadas por el mundo, y que si no tuvieramos maneras de entendernos no habria ni comida ni educación suficientes para disfrutar la libertad que obtendríamos. Lo q te creo es q se nos puede ir la mano con el grosor del traje. :P
nada mas ^^
chau!
suertex
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